El 2026 aparece como un punto de inflexión para los acabados interiores. Ya no basta con que sean estéticos. Además, deben ser sostenibles, funcionales, cómodos, durables y coherentes con la tecnología digital del edificio. Esto implica mayor coordinación temprana, especificaciones más exigentes, integración de sistemas, y una mentalidad de “acabado activo” que apoye la experiencia del usuario y los objetivos de sostenibilidad del proyecto.
Los acabados interiores ya no solo se limitan a cubrir superficies y generar estética. Además de ello, desempeñan un papel técnico esencial dentro del edificio, implicando funciones de eficiencia energética, confort térmico, bienestar ambiental y durabilidad. En ese sentido, los profesionales de la construcción deben considerar al especificar acabados no solo su apariencia, sino también su contribución al rendimiento del edificio. Por ejemplo, los revestimientos con bajo contenido de compuestos orgánicos volátiles (COV), la certificación de cadena de custodia (FSC en madera) y las Declaraciones Ambientales de Producto (EPD) son cada vez más exigidos en pliegos técnicos. Esto cambia la forma de proyectar: desde la obra hasta el mantenimiento, los acabados se consideran elementos activos del sistema constructivo.
Adicionalmente, la integración de la sostenibilidad con la tecnología se vuelve norma. Una encuesta de materiales (CMF Survey 2025) registró que el 70 % de los profesionales espera innovación en materiales centrada en la sostenibilidad, seguida por superficies inteligentes o “smart surfaces” con un 67 %. Esto muestra que la evolución del acabado se dirige tanto hacia lo ecológico como lo tecnológico.

En obra, esto implica nuevas exigencias en torno a la trazabilidad, el ciclo de vida, la durabilidad y la desinstalación. El acabado ya no es algo que se coloca y se olvida: se debe prever su mantenimiento, su compatibilidad con sistemas (iluminación, climatización, acústica), su posible sustitución, e incluso su reciclabilidad.
Para los ingenieros y arquitectos, por tanto, la especificación de acabado en el 2026 significa integrar criterios técnicos como transmisión térmica, absorción acústica, resistencia al desgaste, facilidad de mantenimiento y huella ambiental. Así, los pisos, muros, cielos y carpinterías interiores pasan a formar parte del ecosistema de desempeño del edificio, no solo de su diseño visual.
MATERIALES INTELIGENTES Y SUPERFICIES DE ALTO RENDIMIENO
Un factor importante en cuanto a los acabados interiores para el 2026 sin duda será el uso de materiales inteligentes y superficies que trascienden lo meramente estético para incorporar funcionalidades de alto rendimiento. Por ejemplo, los revestimientos antibacterianos o autolimpiantes, desarrollados mediante nanotecnología, son cada vez más usados en espacios de alto tránsito como hoteles, hospitales y oficinas. Su funcionalidad permite reducir el mantenimiento y mejorar la higiene interior.
Asimismo, las “superficies inteligentes”, capaces de responder a estímulos –como cambio de luz, temperatura, sensores integrados– irrumpen con fuerza. Un reporte especializado en interiores señala que en el 2026 todas las superficies, pisos y muros, tienen que invitar al tacto, al cambio, al estímulo. Por ejemplo, paneles de muro con fibra vegetal que absorben sonido y liberan humedad o suelos vinílicos con sensores de humedad o presión.
Dentro de los materiales emergentes, destacan los biocombinados: micelio, bioplásticos, materiales basados en algas, etc. Estos nuevos sustratos formarán parte clave del interiorismo en el 2026. Esto obliga a los profesionales del sector a evaluar no solo el acabado sino su origen, su proceso de fabricación y su funcionalidad integrada.

En el frente práctico, al instalar estos materiales, los ingenieros deben coordinar con anticipación las canalizaciones, el acceso de mantenimiento, la compatibilidad con sistemas inteligentes y la calibración del comportamiento técnico (por ejemplo, conductividad térmica, absorción acústica, envejecimiento). En consecuencia, especificar materiales inteligentes implica colaboración interdisciplinaria anticipada y mayor nivel de detalle en pliegos y manuales de mantenimiento.
TENDENCIAS EN PISOS
El piso interior es quizá el acabado más exigido, ya que debe responder a tránsito, carga, mantenimiento, acústica, compatibilidad con sistemas (como calefacción radiante), estética y sostenibilidad. En el 2026, estas exigencias se intensificarán y configurarán una serie de tendencias claras que todo proyecto debe considerar.
Una de ellas es la preferencia por materiales que combinan estética natural, tacto real y rendimiento técnico. Así, los vinílicos de última generación (LVT y SPC) continúan recuperando participación por su resistencia a humedad y al desgaste, y su facilidad de instalación. Simultáneamente, los porcelanatos de gran formato, con juntas mínimas y aspecto pétreo, se imponen en espacios corporativos y residenciales de lujo.
Desde la perspectiva de confort, se enfatiza la incorporación de soluciones acústicas bajo-solado (mantas recicladas de caucho, espumas técnicas) para reducir el ruido de impacto y mejorar la habitabilidad en edificios multifamiliares o privados. Esta integración técnica del sistema piso-rástico es cada vez más importante y forma parte del diseño global del edificio.
En cuanto al color y textura del piso, la tendencia se inclina hacia tonos cálidos (roble, nogal, miel) y neutros terrosos (beige, camel) con acabado mate, que permiten mayor percepción de confort visual y táctil. Las texturas que se ven y se sienten (madera cepillada, piedra natural con veta expresiva) ganan protagonismo frente a acabados brillantes, fríos o pulidos.
Asimismo, para la ingeniería de especificación, se debe prever subsustrato estable y nivelado especialmente en grandes formatos, prever juntas de dilatación, compatibilidad con calefacción de suelo, y ahorro de residuos en corte-instalación. También se debe considerar la reciclabilidad al término de vida útil, particularmente si se usan materiales vinílicos o compuestos.
REVESTIMIENTOS Y MUROS
Las paredes interiores y los sistemas de panelería se transforman cada vez más en elementos funcionales más que meramente decorativos. Los muros cumplen funciones de absorción acústica, regulación térmica, soporte de tecnología incorporada, y, por supuesto, expresión estética y emocional.
Una de las tendencias clave para el 2026 es la textura: muros que invitan al tacto mediante yesos artesanales, arcillas pigmentadas, paneles 3D de polímero reciclado o madera recuperada con vetas marcadas. Y es que en muchos proyectos en distintas partes del mundo la textura ha empezado a convertirse en el nuevo lujo. Esto implica que el acabado no solo se vea bien, sino que transmita y multiplique sensaciones.
En paralelo, la eficiencia técnica gana importancia: muros con paneles termoacústicos, muros con alma de yeso laminado de alto rendimiento, muros modulares desmontables para facilitar reformas, y revestimientos que integran iluminación indirecta o sensores. Un ejemplo práctico es el uso de paneles acústicos de fibra vegetal o incluso revestimientos fotocatalíticos que mejoran la calidad del aire interior.
Desde el punto de vista de implementación, esto exige planificación temprana de encuentros entre materiales (piso-muro, techo-muro), prever tolerancias, provisión de canalizaciones y acceso al mantenimiento. Además, los contratistas de acabado deben prever la ejecución precisa, control de juntas y transiciones, así como establecer un cronograma compatible con otros sistemas (iluminación, domótica).
Estéticamente, la paleta de muros también evoluciona: tonos tierra, verdes oliva, grises piedra suaves, y acabados mates o satinados suaves que permiten una iluminación ambiental más dulce y menos contrastada. Este cambio favorece ambientes de calma, serenidad y confort visual, lo que coincide con la demanda creciente de espacios que promueven el bienestar.
DISEÑO EMOCIONAL Y BIENESTAR INTERIOR
El acabado interior para el 2026 se concibe como parte de la experiencia del usuario, del bienestar físico y emocional, más que como un elemento visual únicamente. La arquitectura de interiores se orienta hacia la biofilia, la sensorialidad y la personalización del espacio.
La conexión con la naturaleza (materiales naturales, texturas auténticas, tonos cálidos) se materializa en acabados que promueven confort térmico, acústico y visual. Por ejemplo, el uso de corcho en paredes, maderas con tratamiento natural, y revestimientos que regulan humedad o absorben ruido forman parte de esta tendencia.
En cuanto al color y la textura, la tendencia se aleja de la frialdad del blanco-gris y se dirige hacia paletas terrosas y acogedoras. Una paleta emergente para el 2026 incluye camello, terracota, verde olivo, y combinaciones con acentos profundos como azul petróleo o joya, creando sensaciones de refugio y sofisticación discreta.


Además, los espacios interiores se diseñan para adaptarse a la vida contemporánea: cocinas, salas y oficinas con acabados que permiten personalización, modularidad y proximidad emocional. Esto implica que los acabados respondan a quién habita, a sus rituales diarios, y a su confort físico. Para la ingeniería del confort interior, esto traduce en controlar reflexiones de luz, absorción de sonido, tactilidad y mantenimiento sencillo.
En la práctica, los profesionales de la construcción deben considerar cómo el acabado influye no solo en la percepción visual, sino también en la acústica del espacio, en el tacto, en la transición de materiales y en el ciclo de vida del edificio. La experiencia del usuario se enriquece con un acabado que combina sentido práctico, emocional y técnico.



